15 de abril de 2011

El gran regalo de la II República a la plaza de Olavide

Foto de Diaz Casariego. Inauguración del mercado de Olavide el 14 de marzo de 1935. Extraida de la página web Historia de Madrid


En 1935 y no en 1934 como se lee en algunas páginas web- exactamente el 14 de marzo- se inauguraba en la plaza de Olavide el nuevo mercado tantos años reclamado por los vecinos. 

Ayer se celebró el 80 aniversario de la proclamación de la República Española y no quiero dejar pasar la fecha sin recordar que en aquel régimen se erigió en nuestra plaza el mercado que sirvió para incrementar la presencia e influencia social del barrio en el conjunto madrileño. Ese mercado fue durante muchos años el icono mas representativo e identificaor de nuestra presencia en el imaginario de los madrileños. Tan es así que todavía y a pesar de su desaparición sigue siéndolo.

Hoy no toca hablar del mercado desde el punto de vista arquitéctonico. Ya tienen detalles en otra entrada del blog. He encontrado un texto bonito, cursi para nuestros oidos actuales tan endurecidos por las rudezas literarias actuales, muy de la época, una especie de cuento de navidad, que se publicó en el diario ABC unos días antes de la inauguración y que me permito copiar. El texto en si es muy ilustrativo de aquellos tiempos  y de lo que supuso el mercado para los vecinos del barrio. No aparece el nombre del autor y está extraido de la hemeroteca del diario ABC, cuya labor de reproducción de sus archivos en Internet es altamente encomiable
.
Esto es lo que publicaba, junto con dos fotos como ilustración, ABC de Madrid el 2 de Febrero de 1935:

“Era pobre y feo, la alegría del verano solo servía para que resaltase mas su desgracia. El sol intentaba, vanamente, embellecerlo con un lindo vestido de oro. Y el invierno…. ¡como le arrugaba el rostro el invierno,señor! El verano, por lo menos, se deshacía en risas y luz a su alrededor como un buen amigo: pero el invierno…¡que malo, que malo y qué brutal el invierno con sus lluvias y frios…!
Las mañanas eran su mejor gloria. Lo emborrachaban de gritos de bullicio. ¡Y en cambio qué tristeza en la soledad de la noche ! Se empequeñecía todo transido de dolor, por aquel su vivir muriendo. En estos momentos la verja que lo circundaba parecía querer oprimirlo más entre sus brazos y la fontana que surgía de sus entrañas iniciaba un romántico "glu-glu" entre el rumorear de unas, acacias, que cantaban, locas, a la loca luna del cielo... 

—¡Cada vez está más viejo y feo el pobre!—decían las gentes incapaces de comprender su dolor—. ¡Ya podían darnos otro!

El mercado, dolorido, transido de justa rebeldía, recordaba las miles de almas que se habían detenido ante sus puestos. Pero la Humanidad es asi, egoísta, olvidadiza… ¡Y entonces él, en sus deseos de morir, de acabar, ni oía la charla de la fuente, ni el eterno canto de las acacias, que querían enamorar—¡locas!—á la loca luna...

Un día dejó de padecer el pobre mercado. Unos hombres le dieron muerte a martillazos de honrado trabajar. Y él moría riendo, riendo, con el último "glu, glu" de la fontana cantarína... Pero sus restos se conservaron, formando corro en la plaza amplia y alegre. Eran como niños cogidos de la mano prontos a iniciar un juego infantil. Y los vendedores siguieron su pregonar de mercancías, y los compradores su regatear peculiarmente desenfadado. Y los días pasaron. En el lugar del mercado viejo fue surgiendo, pimpante de modernidad, otro de grato estilo.. Pasó un verano con sus calores. Llegó el invierno. La gente temblaba de frío; pero se consolaba.

—Pronto nos darán ese mercado nuevecito—decían—, y entonces... .”

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